viernes, 30 de noviembre de 2012

Sir Lawrence Alma-Tadema, una invitación a la evasión

Sir Lawrence Alma-Tadema, una invitación a la evasión

Alma-Tadema (1836-1912) logró su hueco en la Historia del Arte abriendo las ventanas de sus cuadros a las escenas de la historia antigua.
Sus primeras escenas se ambientaron en Egipto, tratando de reflejar la belleza de aquella civilización.



Alma-Tadema, El hallazgo de Moisés, 1904

Alma-Tadema, Jugadores de ajedrez egipcios, 1865



Alma-Tadema, Pasatiempos en el antiguo Egipto, 1863



Más tarde fue Grecia el modelo para invitar al espectador a viajar hacia el pasado tanto en el espacio como en el tiempo.


Alma-Tadema, Fidias mostrando el friso del Partenón a sus amigos, 1868


Alma-Tadema, Safo y Alceo, 1881


Alma-Tadema, Escena pompeyana, La siesta, 1868


Alma-Tadema, Pandora, 1881


Sin embargo, su fama nació gracias a su recreación de las vidas cotidianas del patriciado en la Roma Imperial.
A través de sus cuadros realizó un paralelismo entre el patriciado romano y la alta burguesía victoriana en el momento álgido de ambas clases sociales.


Alma-Tadema, Un malabarista, 1870
 
Alma-Tadema, El beso, 1891


Alma-Tadema, Una lectura de Homero, 1885

Una particularidad de sus pinturas es que incorporan esculturas y frescos reales de aquella época descubiertos en excavaciones arqueológicas. Al incluirlos en su ambiente originario pretende legitimar la veracidad de la escena antigua que recrea.



Alma-Tadema, Galería de esculturas en Roma en la época de Augusto, 1867


Alma-Tadema, Amante del arte romano, 1868
  
Alma-Tadema, El coleccionista de pinturas en tiempos de Augusto, 1867


Alma-Tadema, La galería de esculturas, 1874
  
Alma-Tadema, Escultores de la antigua Roma, 1877

El propósito de estas escenas antiguas es la invitación al viaje, la evasión en el tiempo y el espacio desde la represión y el puritanismo “de escaparate” de la sociedad victoriana hacia el ocio, el placer y la sensualidad de las villas romanas del sur de Italia.


Alma-Tadema, Devotas del amor, 1891
  
Alma-Tadema, El Coliseo, 1896


Alma-Tadema, Rivales inconscientes, 1893

El ocio, sobre todo el femenino, es el tema central de muchas de estas escenas. Se privilegia el placer de no hacer nada inmersos en un ambiente lujoso.


Alma-Tadema, El poeta favorito, 1888
  
Alma-Tadema, No me preguntes más, 1906


Alma-Tadema, Los pececillos plateados, 1903
 
Alma-Tadema, Suplicando, 1876

A lo largo de la mayoría de las obras de Alma-Tadema también se muestra, tanto implícita como explícitamente, un entorno de mayor relajación moral asociado siempre con la voluptuosidad del sur. En este sentido, en muchos de sus cuadros se aprecian detalles como pieles de tigre o leopardo, asociadas con el culto a Dionisos/Baco, dios de la embriaguez sagrada y los cultos orgiásticos, ya que sus sacerdotisas solían cubrirse con dichas pieles o llevar un cortejo de tales animales.


Alma-Tadema, Bacanal, 1871
  
Alma-Tadema, El festival de la vendimia, 1871


Alma-Tadema, Preparativos en el Coliseo, 1912

miércoles, 31 de octubre de 2012

Por las noches me visitas



Füssli, La pesadilla o El íncubo, 1781





Por las noches me visitas. De mi terror te alimentas. La congelación de mis venas te vivifica. Acechas en la frontera de mis vigilias. Un helado estertor es el síntoma de tu presencia. La rigidez de mis músculos mientras rezo para que desaparezcas. El frío se acerca. Aquí estás otra vez...





Füssli, La pesadilla, 1782


martes, 30 de octubre de 2012

¡¡¡ESTAMOS DE ESTRENO!!!

¡¡¡Estamos de estreno!!!
¡¡¡Estrenamos canal en YouTube!!!

https://www.youtube.com/user/Arrinconarte

Ya están colgados los primeros vídeos. Pronto tendremos más.
Espero que os gusten.






sábado, 20 de octubre de 2012

Baudelaire y Redon se embriagan con las flores del mal (y fin)

   Por fin Baudelaire en su poema Rebelión toma partido y se identifica con las fuerzas del mal. Esta elección no es más que otra muestra del deseo del poeta de afirmar su propia personalidad individual a través de la provocación que supone la rebeldía.  Baudelaire se convierte así en otra personificación del héroe que transgrede las normas y la vulgaridad y pretende elevarse en el conocimiento y que, a causa de dicha transgresión, para la que el resto de los mortales son cobardes o no se encuentran preparados, debe ser castigado. Y, sin embargo, Satán, visto a la luz de la intrínseca dualidad que abarca a todo lo creado, pensado, imaginado, soñado y temido no es más que la otra cara de Dios.
   Baudelaire y Redon rinden un homenaje explícito a Satán a través, respectivamente, de Oración, epílogo de Las letanías de Satán, y de la lámina VIII, Gloire et louange à toi, Satan, dans les hauteurs du ciel où tu régnas, et dans les profondeurs de l’enfer, où vaincu, tu rêves en silence!. La figura de Satán ofrecida por Odilon nos es mostrada bajo la iluminación de una luz procedente de una fuente situada en el lado izquierdo, hacia la que su postura parece que va a comenzar a dirigirse. Esto podría dar lugar a una interpretación simbólica, ya que los elegidos por el dios de los cristianos ven explicitada su posición privilegiada al ocupar el lado derecho. Del lado izquierdo, de donde procede la luz que ilumina a Satán, sólo puede proceder la maldad. Y es en esa dirección hacia la que va a dirigirse el movimiento que comienza a producirse en la figura luciferina, evidenciado por sus alas desplegadas, tras lanzar una última mirada a lo que está a punto de abandonar. Al aludirse en el poema de Baudelaire a Satán como príncipe de sabiduría y conocedor de los más escondidos secretos, la luz a la que se aproxima bien podría ser la del conocimiento pleno y libre. Se equipara así a la figura de Prometeo, ya que ambos roban un don preciado cuya exclusividad residía en los dioses, el fuego y la sabiduría respectivamente, para regalarlo a la humanidad y lograr, así, su progreso y su independencia con respecto a la divinidad.

Odilon Redon, Lámina VIII para Las flores del mal, Gloire et louange à toi, Satan, dans les hauteurs du ciel où tu régnas, et dans les profondeurs de l'enfer, où vaincu, tu rêves en silence!

Las letanías de Satán
Oración
¡Gloria y alabanza a ti, Satán, en las alturas
del Cielo, donde reinas, y en las profundidades
del Infierno, donde, vencido, sueñas en silencio!
¡Haz que mi alma un día, bajo el Árbol de la Ciencia,
descanse cerca de ti, en la hora en que sobre tu frente
se extiendan sus ramas como un Templo nuevo!


   La novena y última estampa de la serie de Odilon Redon, Cul-de-lampe, resulta el broche perfecto para evidenciar la gran capacidad mimética existente entre los dos artistas. Se encuentra inspirada en el poema El amor y el cráneo y el propio poeta añade como subtítulo, Viñeta antigua, y realmente este es el significado de Cul-de-lampe. En tipografía alude a un adorno de fin de página o libro, un dibujo acabado en punta colocado al final de un capítulo en los libros antiguos. Escogiendo este poema y esta figura tipográfica antigua, Redon concilia el sentido de finalización de su serie de estampas y resume y expone sus puntos de unión con el poeta. Al leer el poema nos damos cuenta que incorpora algunos de los tópicos iconográficos que más repite Redon en sus obras, a saber, formas circulares en sus más diversas y variadas presentaciones. El artista funde todas estas imágenes e incorpora la iconografía del mundo vegetal presentándonos un cráneo-flor inquietante de ojos con cuencas vacías elevándose cual globo. En el extremo de su tallo queda dibujada la inicial de su nombre, conjugando así la poética de Baudelaire y la imaginería de Redon.


Odilon Redon, Lámina IX para Las flores del mal, Cul-de-lampe


El amor y el cráneo
Viñeta antigua
El Amor está sentado en el cráneo
de la Humanidad
y en este trono el profano,
de risa descarada,

sopla alegremente redondas burbujas
que suben en el aire, como para unirse a los mundos
al fondo del éter.

El globo luminoso y frágil
toma un gran impulso,
revienta y escupe su tenue alma
como un sueño de oro.

En cada burbuja oigo que el cráneo
ruega y gime:
“¿Cuándo va a terminar
este juego ridículo y feroz?

Pues lo que tu boca cruel
esparce en el aire,
monstruo asesino, es mi cerebro,
¡mi sangre y mi carne!”
 

jueves, 11 de octubre de 2012

Baudelaire y Redon se embriagan con las flores del mal (cont.)

   A lo largo de Las flores del mal encontramos múltiples ejemplos de la encarnación de la dualidad más terrible en la figura de la mujer. Las mujeres reflejadas en la obra de Baudelaire se corresponden a mujeres reales de su vida a través de las que encuentra a ángeles benéficos, plenos de cariño y ternura o las terribles femme fatales, orgullosas destructoras de lo masculino.
   La figura femenina que más influencia tuvo en su obra y en su vida es su Venus negra, identificada en el transcurrir biográfico del poeta con Jeanne Duval. Baudelaire conoció a Jeanne Duval en 1842 en el Teatro Partenón de París cuando ella representaba un pequeño papel de sirvienta en el vaudeville El sistema de mi tío. A partir de ese momento comenzó una relación tortuosa de amor-odio, repulsión y atracción que marcó la vida y la obra del artista. Para él Jeanne Duval o la Venus negra encarna el prototipo de femme fatale que atemoriza pero atrae irresistiblemente y que se convierte en la castradora de la esencia masculina por su poder de independencia y de autoafirmación con respecto al hombre. No es la mujer ideal que eleva al hombre hacia la trascendencia del amor puro, sino la que le arrastra hacia el lado salvaje de la carnalidad, el deseo y la pasión, sentimientos que parecían estar ausentes de la definición de mujer en aquella época. Esto mismo es lo que arrastra al hombre hacia este tipo de mujer, considerarla como un igual a él o, incluso, superior; y, al mismo tiempo, lo que le atemoriza de ella, el haberle arrebatado su puesto de ser superior en la concepción antropológica, moral y social de la época.
   Odilon Redon asume esta concepción de la mujer como temido torbellino de carnalidad deseable y atrayente para realizar la estampa V de su álbum dedicado a Baudelaire, Volupté, fantòme élastique! basándose en el poema La plegaria de un pagano. Redon nos muestra en su estampa a una figura femenina desnuda de espaldas que descorre las cortinas para introducirse en el lecho. La colocación de una figura de espaldas al espectador supone un sentido de empatía. Las figuras son partícipes de la escena y el espectador siente el deseo de tomar el lugar del personaje representado. Por otro lado, también ejemplifica un recurso de extremo realismo, es como si el pintor no estuviera, nadie le hace caso y es capaz de captar un instante de vida por sorpresa.

Odilon Redon, Lámina V para Las flores del mal, Volupté, fantôme élastique!
  
La oración de un pagano
¡Ah!, no decrezcas tus llamas;
caldea mi corazón entumecido,
¡voluptuosidad, tortura de las almas!
Diva! supplicem exaudi!

Diosa extendida por el aire,
¡llama de nuestro subterráneo!,
atiende a un alma aterida de frío,
que te dedica un canto de bronce.

¡Voluptuosidad, sé siempre mi reina!
Toma la máscara de una sirena
hecha de carne y terciopelo,

o vierte tu sueño profundo
en el vino informe y místico,
¡voluptuosidad, elástico fantasma!


  Después de haber caído presa de las garras del mal sobreviene el castigo. Baudelaire transgrede la moral establecida y dicho acto deja en el poeta un sentimiento de culpabilidad y remordimiento, pero asume y acepta su libertad y lucidez en el momento de la realización del mal y no se retracta.
   El castigo que afecta al transgresor puede tomar forma a través de sus sueños. Sería un castigo onírico que le condena al abismo, asimilado con el infierno, lugar de expiación eterna y elemento recurrente en la poesía de Baudelaire. La pesadilla como castigo queda reflejada en el poema El abismo, en el que se basa la estampa VI de Redon, Sur le fond de mes nuits, Dieu, de son doigt savant, dessine un cauchemar multiforme et sans trève.
   El marcado carácter onírico de las obras de Odilon Redon es una de sus características principales y más acusadas y el poema de Baudelaire le otorga la oportunidad de desarrollar toda su imaginería. Así, un espacio fantasmagórico que resulta imposible reconocer, resulta poblado por los tópicos que saturan sus imágenes: cabezas cercenadas, ojos, arañas, globos. Y es precisamente la incongruencia que se desprende de la conjunción entre la total ausencia de referentes reales y la completa indeterminación del espacio lo que provoca la sensación de pesadilla, de horrendo abismo onírico.

Odilon Redon, Lámina VI para Las flores del mal, Sur le fond de mes nuits, Dieu, de son doigt savant, dessine un cauchemar multiforme et sans trêve

El abismo
Pascal tenía su abismo, conviviendo con él,
-¡Ay!, todo es abismo; -¡acción, deseo, sueño,
palabra!, y en mi pelo que se eriza
más de una vez siento pasar el viento del Miedo.

Arriba, abajo, por todas partes, la profundidad, el arenal,
el silencio, el espacio horroroso y atrayente…
En el fondo de mis noches Dios con su sabio dedo
dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.

Tengo miedo al sueño como se tiene miedo a un gran agujero
completamente lleno de vago horror, que lleva no se sabe a dónde;

no veo más que infinito por todas las ventanas,
y mi espíritu, siempre asediado por el vértigo,
envidia la insensibilidad de la nada.
-¡Ah!, ¡este no salir nunca de Números y Seres!
  

   A través del poema La destrucción y de la estampa VII, Sans cesse à mes côtes s’agite le démon, Baudelaire y Odilon Redon vuelven a presentar la tan traída identificación entre demonio y mujer. En el poema se nos introduce en un ambiente demoníaco que envuelve al poeta donde crecerán las flores del mal. Metamorfoseado en una mujer el demonio rinde al poeta y lo transporta al spleen y la destrucción. Se produce, así, la culminación del binomio Eros-Thánatos a través de la femme fatale.
   Sin embargo, considerada desde otra perspectiva, la femme fatale también resulta comparable con el demonio, no ya por su capacidad de destrucción, sino por su opción de independencia y de afirmación de la propia personalidad y del derecho a un conocimiento y sentimientos propios alejados de la tutela masculina o divina, respectivamente.
   Tomando como referencia la imagen de Redon, a través de ella se nos transporta a un paraje natural idílico donde dos figuras desnudas parecen recrearse en el paisaje. Podríamos, por tanto, considerarla una representación del Edén. Siguiendo el poema de Baudelaire, el demonio, la tentación, toma la forma de mujer para rendir al hombre. Esta figura femenina desnuda en la naturaleza nos remite a Eva y al pecado original, que fue cometido por probar los frutos prohibidos para la humanidad del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, que proporcionaba el conocimiento al hombre y le igualaba a Dios. Por tanto, el amor y el deseo hacia la mujer, disfraz asumido por el demonio, fuente de conocimiento libre, conlleva la destrucción del hombre como individualidad y restricción, elevándole a la totalidad cognitiva y a la libertad.
 
Odilon Redon, Lámina VII para Las flores del mal, Sans cesse à mes côtés s'agite le démon
  
La destrucción
El Demonio se agita sin cesar a mi lado;
flota en torno a mí como un aire impalpable;
lo respiro y siento que quema mis pulmones
y los llena de un ansia sempiterna y culpable.

Sabiendo lo mucho que amo el Arte, toma a veces
la forma de la mujer más seductora,
y con especiales e hipócritas pretextos,
acostumbra mis labios a filtros degradantes.

Lejos de la vista de Dios, así me lleva,
jadeante y deshecho de cansancio,
al centro de los llanos del Tedio, profundos y desiertos,

y arroja ante mis ojos llenos de confusión
vestiduras manchadas, heridas entreabiertas,
¡y el sangriento aparato que implica Destrucción!

(continuará...)

viernes, 28 de septiembre de 2012

Baudelaire y Redon se embriagan con las flores del mal

Charles Baudelaire, Las flores del mal. Pruebas corregidas de la primera edición, publicada en París en 1857
  
   En 1857 Charles Baudelaire publicó en París la recopilación de su obra poética bajo el nombre de Las flores del mal. Algunos años después, en 1889, Odilon Redon le propone un nuevo proyecto a Edmond Deman, editor de algunos de sus álbumes litográficos. Redon está pensando en hacer unas imágenes interpretativas de la obra cumbre de Baudelaire. La serie consta de nueve litografías que incluyen un frontispicio, siete interpretaciones sobre diversos poemas de Las flores del mal, y un Cul-de-lampe o adorno de fin de libro, también inspirado en un poema.
   El encuentro entre estos dos artistas era un acontecimiento inevitable. Ya con ocasión del primer álbum litográfico de Redon, En sueños (1879), éste asumió a Baudelaire como fuente de inspiración, ya que tanto las imágenes pictóricas del primero como las imágenes poéticas del segundo compartían temas y modelos, así como el mismo sentido de pesadilla y morbosidad.
   Tras catorce años de espera y cinco largos meses de proceso editorial debidos a la obsesión correctora de Baudelaire, Las flores del mal verán la luz en 1857 en París de la mano de los editores Poulet-Malassis y De Broize. Estos poemas no sólo son el reflejo de su propia vida, sino que constituyen también la cumbre máxima de su producción literaria, lo que le da sentido y justifica su labor de creador y un punto de referencia para sus posteriores obras.
   Poco después de la publicación del libro, Baudelaire fue acusado por el gobierno francés de atentar contra la moral pública y las buenas costumbres, cargo que finalmente fue apartado, y de ofensa a la moral política y religiosa. De forma inmediata los amigos de Baudelaire y la élite literaria francesa se apresuraron a publicar artículos elogiosos. Todo esfuerzo resultó inútil, el poeta fue multado y seis de los poemas fueron eliminados en las ediciones posteriores. Resulta paradójico que esta censura no se levantara hasta 1949.
   Los grabados de Odilon Redon recrean plásticamente las palabras del poeta, recorren los temas más significativos de su universo literario y son capaces de ofrecernos el ramillete más escogido de las flores de Baudelaire.
  
Odilon Redon, Lámina I para Las flores del mal, Cubierta-Frontispicio

      El “spleen” y Baudelaire son dos caras de la misma moneda. Si bien este término ya había sido usado durante el Romanticismo, fue el poeta francés quien lo popularizó y a quien se encuentra irremisiblemente unido. “Spleen” alude al estado melancólico y conecta, por tanto, con la teoría fisiológica de los cuatro humores cardinales o fluidos del organismo, teoría sostenida por Hipócrates y Galeno y basada en los cuatro elementos de Empédocles. Según dicha teoría, el correcto equilibrio de estos fluidos, a saber, sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra o atrabilis o melan cholé, constituía la salud del individuo y, por el contrario, el dolor y la enfermedad estaban ocasionados por la preponderancia excesiva de uno de ellos. Por otro lado, durante la Edad Media y el Renacimiento también se desarrolló la caracterología humoral, que atribuía al predominio de cada humor una determinada caracterización psicológica del individuo en cuanto a su temperamento. Así se dividían respectivamente en sanguíneos o personas con un humor muy variable; flemáticos o personas lentas y apáticas, a veces con mucha sangre fría; coléricos, individuos caracterizados por su fuerte voluntad y sus sentimientos impulsivos y melancólicos o seres tristes y soñadores. Siento este último carácter el definitorio del artista.
   Sin embargo, para Baudelaire el “spleen” se aleja de esa concepción anímica necesaria para cualquier artista y adquiere un sentido de hastío existencial ante la falta de estímulos y el desinterés.
   La lámina II del álbum de Odilon Redon sobre Las flores del mal, Je t’adore à l’égal de la voûte nocturne, ô vase de tristesse, ô grande taciturne!, toma como referencia un poema que pertenece al ciclo de Jeanne Duval (la “Venus negra” de Baudelaire, con quien mantuvo una relación tortuosa de amor-odio, repulsión-atracción que marcó su vida y su obra) en el que se alude a la frialdad y crueldad de la amada también víctima del “spleen”. Redon se ha centrado aquí en el prototipo más clásico de representación de las figuras melancólicas trasluciendo el estado psicológico a través de la postura del cuerpo. La mujer refleja su introspección y profunda tristeza a través de su rostro inclinado, sus ojos bajos, que huyen de la posibilidad de establecer una conexión con el espectador como clara muestra de su aislamiento, y las claras sombras que la envuelven. Dichas sombras se presentan también como un reflejo de la teoría humoral, ya que el carácter melancólico tomaba correspondencias con el planeta Saturno. Los colores del planeta, oscuro y negro, así como su frialdad y sequedad se relacionan con la tendencia a la melancolía. De este modo, Redon nos ofrece a la mujer con tez oscura y entre sombras de igual forma que Baudelaire nos la describe remarcando su frialdad con respecto a su amante.

Odilon Redon, Lámina II para Las flores del mal, Je t'adore à l'égal de la voûte nocturne, ô vase de tristesse, ô grande taciturne!

Te adoro al igual que a la bóveda nocturna
Te adoro al igual que a la bóveda nocturna,
oh vaso de tristeza, oh gran taciturna,
y tanto más te amo, bella, cuanto tú más me huyes,
y cuanto más me pareces, adorno de mis noches,
aumentar con mayor ironía las leguas
que separan mis brazos de las inmensidades azules.

Me lanzo al ataque, y escalo al asalto
como tras un cadáver un coro de gusanos,
y quiero, ¡oh bestia implacable y cruel!,
¡hasta esa frialdad por la que me resultas más bella!


  El “spleen” hace fácil presa en uno mismo. La apatía, el desinterés nos pueden inclinar a la nostalgia y al recuerdo. En ese sentido se podría interpretar la lámina III de Redon, Parfois on trouve un vieux flacon qui se souvient, d'où jaillit toute vive une âme qui revient, basada en el poema El frasco. Nuestro sentido del olfato tiene la capacidad de convocar recuerdos, de revivir retazos de existencia. Como genios malvados, esperan agazapados a la inocente mano liberadora que destape su prisión para torturar las almas con las reminiscencias de un pasado ya desaparecido que deseamos volver a vivir o ansiamos cambiar. Ambas opciones son imposibles y la crueldad de esta circunstancia hace caer al poeta en la melancolía. Más aún cuando se da cuenta que él mismo, en un futuro no demasiado lejano, será mero recuerdo, olvidado, escondido, relegado a un rincón.


Odilon Redon, Lámina III para Las flores del mal, Parfois on trouve un vieux flacon qui se souvient, d'où jaillit toute vive une âme qui revient

El frasco      
Hay perfumes intensos para los que toda materia
es porosa. Se diría que atraviesan el vidrio.
Al abrir un cofrecito venido de Oriente
cuya cerradura rechina y gime a gritos,

o en una casa desierta algún armario
lleno de agrio olor de los tiempos, polvoriento y oscuro,
a veces encontramos un frasco antiguo que se recuerda,
del que surge completamente viva un alma que regresa.

Mil pensamientos dormían, fúnebres crisálidas,
agitándose poco a poco en las espesas tinieblas,
que abren sus alas y emprenden el vuelo,
teñidos de azul, satinados de rosa, escarchados con lentejuelas de oro.

Así el recuerdo embriagador revolotea
por el aire enturbiado; los ojos se cierran; el Vértigo
se apodera del alma vencida y la lanza con las dos manos
a un abismo oscurecido de miasmas humanos;

la transporta al borde de un abismo secular,
donde, como Lázaro ungido desgarrándose el sudario,
se pone en movimiento en su despertar el cadáver espectral
de un antiguo amor, rancio, encantador y sepulcral.

De este modo, cuando yo esté perdido en la memoria
de los hombres, cuando me hayan arrojado
al rincón de un siniestro armario, viejo frasco abandonado,
decrépito, polvoriento, sucio, abyecto, viscoso, rajado,

¡yo seré tu ataúd, amable pestilencia!,
el testigo de tu fuerza y de tu virulencia,
¡querido veneno preparado por ángeles!, licor
que me corroe, ¡oh, la vida y la muerte de mi corazón!


   Dos posibles escapatorias de la dictadura del “spleen” planteadas por Baudelaire son el arte y el amor. Sin embargo, el artista puede llegar a ser ignorado o desconocido y el arte puede llegar a venderse a sí mismo. Por otro lado, el amor carnal, al final, siempre pierde su pasión, acaba cayendo en el tedio y el olvido y no garantiza la unión espiritual de las almas; y el amor platónico resulta, por propia definición, inaccesible y, paradójicamente, muere cuando de ideal pasa a realidad.
   En un paraíso artificial como el vino, al que Baudelaire dedica la tercera parte de sus “Flores”, también se puede reconocer una dualidad. Ofrece la cara amable de la desinhibición y el poder comunicativo y, al mismo tiempo, nos brinda la cara complementaria y contraria de constituir un refugio para la miseria, el fracaso, la frustración y el crimen.
   Tampoco constituye un remedio el viaje de evasión o huida, con el que se cierran Las flores del mal, en su sexta y última parte, La muerte. Cualquier destino, cualquier tierra remota, estará habitada por seres humanos y la esencia del ser humano es una y la misma y sus manifestaciones a través de comportamientos y actitudes se repiten. Esta conclusión también encierra otro planteamiento romántico, la ironía de la persecución del ideal, al que el ser humano aspira de manera esencial e inexorable, y la asunción de que se le escapa de las manos. Por muy lejos que llegue el hombre en sus ansias de huida, recurriendo a la distancia física del viaje o a la mental de la evasión a través de las drogas, su más terrible enemigo, no sólo le persigue y le caza, sino que forma un solo ser con él, es él mismo. El único viaje del que el hombre sale beneficiado es su propio transcurrir por la vida, cuyo destino, la muerte, representa la única novedad deseable, aunque quizás el descubrimiento de lo que se encuentra detrás, en caso de que tal descubrimiento se pueda producir, quizás encierre el último, definitivo e irremediable motivo de spleen: ni aún tras la muerte el hombre se libera de sí mismo.
   El poema Sepultura sirve como base a Redon para su lámina IV, Si par une nuit lourde et sombre, un bon chrétien, par charité, derrière quelque vieux décombre, enterre votre corps vanté. La sensación de soledad que transmite es evidente y queda potenciada por la ubicación de la aislada tumba en un paraje natural. El blanco túmulo funerario se destaca contra la masa vegetal espesa que parece formar un arco por encima de la cruz. Esto nos remitiría a la religiosidad de la naturaleza, visión impregnada de panteísmo.
   La figura masculina recortada y flotante que aparece a la izquierda del grabado se podría interpretar desde diversas perspectivas dado el carácter simbólico de la obra de Redon; sin embargo, desde un punto de vista estrictamente personal, quedarán sugeridas dos propuestas. Por un lado, bien podría ser el hombre que vislumbra su propio destino, un destino común e idéntico que abarca a toda la humanidad, con lo que esta lámina estaría cargada del sentido moralizante de una Vanitas. Por otro lado, también podría aludir a la necesidad de trascendencia del ser humano, especialmente del artista, entendida como un medio para seguir apegado a una vida de la que biológicamente ya se ha huido. De este modo, la figura contempla la corrupción de su mortalidad pero desde el plano superior de una inmortalidad artística.


Odilon Redon, Lámina IV para Las flores del mal, Si par une nuit lourde et sombre, un bon chrétien, par charité, derrière quelque vieux décombre, enterre votre corps vanté

Sepultura
Si una noche bochornosa y sombría
un buen cristiano, por caridad,
detrás de unos viejos escombros
entierra tu cuerpo alabado,

a la hora en que las castas estrellas
cierran sus ojos cargados,
la araña tejerá allí su tela
y la víbora cuidará sus crías;

oirás todo el año
sobre tu cabeza condenada
los aullidos de lamento de los lobos

y de las brujas famélicas,
el retozar de los viejos lúbricos
y las maquinaciones de los oscuros rateros.

CONTINUARÁ...