A lo largo de Las flores del mal encontramos múltiples ejemplos de la encarnación de la dualidad más terrible en la figura de la mujer. Las mujeres reflejadas en la obra de Baudelaire se corresponden a mujeres reales de su vida a través de las que encuentra a ángeles benéficos, plenos de cariño y ternura o las terribles femme fatales, orgullosas destructoras de lo masculino.
La figura femenina que más influencia tuvo en su obra y en su vida es su Venus negra, identificada en el transcurrir biográfico del poeta con Jeanne Duval. Baudelaire conoció a Jeanne Duval en 1842 en el Teatro Partenón de París cuando ella representaba un pequeño papel de sirvienta en el vaudeville El sistema de mi tío. A partir de ese momento comenzó una relación tortuosa de amor-odio, repulsión y atracción que marcó la vida y la obra del artista. Para él Jeanne Duval o la Venus negra encarna el prototipo de femme fatale que atemoriza pero atrae irresistiblemente y que se convierte en la castradora de la esencia masculina por su poder de independencia y de autoafirmación con respecto al hombre. No es la mujer ideal que eleva al hombre hacia la trascendencia del amor puro, sino la que le arrastra hacia el lado salvaje de la carnalidad, el deseo y la pasión, sentimientos que parecían estar ausentes de la definición de mujer en aquella época. Esto mismo es lo que arrastra al hombre hacia este tipo de mujer, considerarla como un igual a él o, incluso, superior; y, al mismo tiempo, lo que le atemoriza de ella, el haberle arrebatado su puesto de ser superior en la concepción antropológica, moral y social de la época.
Odilon Redon asume esta concepción de la mujer como temido torbellino de carnalidad deseable y atrayente para realizar la estampa V de su álbum dedicado a Baudelaire, Volupté, fantòme élastique! basándose en el poema La plegaria de un pagano. Redon nos muestra en su estampa a una figura femenina desnuda de espaldas que descorre las cortinas para introducirse en el lecho. La colocación de una figura de espaldas al espectador supone un sentido de empatía. Las figuras son partícipes de la escena y el espectador siente el deseo de tomar el lugar del personaje representado. Por otro lado, también ejemplifica un recurso de extremo realismo, es como si el pintor no estuviera, nadie le hace caso y es capaz de captar un instante de vida por sorpresa.
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Odilon Redon, Lámina V para Las flores del mal, Volupté, fantôme élastique! |
La oración de un pagano
¡Ah!, no decrezcas tus llamas;
caldea mi corazón entumecido,
¡voluptuosidad, tortura de las almas!
Diva! supplicem exaudi!
Diosa extendida por el aire,
¡llama de nuestro subterráneo!,
atiende a un alma aterida de frío,
que te dedica un canto de bronce.
¡Voluptuosidad, sé siempre mi reina!
Toma la máscara de una sirena
hecha de carne y terciopelo,
o vierte tu sueño profundo
en el vino informe y místico,
¡voluptuosidad, elástico fantasma!
Después de haber caído presa de las garras del mal sobreviene el castigo. Baudelaire transgrede la moral establecida y dicho acto deja en el poeta un sentimiento de culpabilidad y remordimiento, pero asume y acepta su libertad y lucidez en el momento de la realización del mal y no se retracta.
El castigo que afecta al transgresor puede tomar forma a través de sus sueños. Sería un castigo onírico que le condena al abismo, asimilado con el infierno, lugar de expiación eterna y elemento recurrente en la poesía de Baudelaire. La pesadilla como castigo queda reflejada en el poema El abismo, en el que se basa la estampa VI de Redon, Sur le fond de mes nuits, Dieu, de son doigt savant, dessine un cauchemar multiforme et sans trève.
El marcado carácter onírico de las obras de Odilon Redon es una de sus características principales y más acusadas y el poema de Baudelaire le otorga la oportunidad de desarrollar toda su imaginería. Así, un espacio fantasmagórico que resulta imposible reconocer, resulta poblado por los tópicos que saturan sus imágenes: cabezas cercenadas, ojos, arañas, globos. Y es precisamente la incongruencia que se desprende de la conjunción entre la total ausencia de referentes reales y la completa indeterminación del espacio lo que provoca la sensación de pesadilla, de horrendo abismo onírico.
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Odilon Redon, Lámina VI para Las flores del mal, Sur le fond de mes nuits, Dieu, de son doigt savant, dessine un cauchemar multiforme et sans trêve |
El abismo
Pascal tenía su abismo, conviviendo con él,
-¡Ay!, todo es abismo; -¡acción, deseo, sueño,
palabra!, y en mi pelo que se eriza
más de una vez siento pasar el viento del Miedo.
Arriba, abajo, por todas partes, la profundidad, el arenal,
el silencio, el espacio horroroso y atrayente…
En el fondo de mis noches Dios con su sabio dedo
dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.
Tengo miedo al sueño como se tiene miedo a un gran agujero
completamente lleno de vago horror, que lleva no se sabe a dónde;
no veo más que infinito por todas las ventanas,
y mi espíritu, siempre asediado por el vértigo,
envidia la insensibilidad de la nada.
-¡Ah!, ¡este no salir nunca de Números y Seres!
A través del poema La destrucción y de la estampa VII, Sans cesse à mes côtes s’agite le démon, Baudelaire y Odilon Redon vuelven a presentar la tan traída identificación entre demonio y mujer. En el poema se nos introduce en un ambiente demoníaco que envuelve al poeta donde crecerán las flores del mal. Metamorfoseado en una mujer el demonio rinde al poeta y lo transporta al spleen y la destrucción. Se produce, así, la culminación del binomio Eros-Thánatos a través de la femme fatale.
Sin embargo, considerada desde otra perspectiva, la femme fatale también resulta comparable con el demonio, no ya por su capacidad de destrucción, sino por su opción de independencia y de afirmación de la propia personalidad y del derecho a un conocimiento y sentimientos propios alejados de la tutela masculina o divina, respectivamente.
Tomando como referencia la imagen de Redon, a través de ella se nos transporta a un paraje natural idílico donde dos figuras desnudas parecen recrearse en el paisaje. Podríamos, por tanto, considerarla una representación del Edén. Siguiendo el poema de Baudelaire, el demonio, la tentación, toma la forma de mujer para rendir al hombre. Esta figura femenina desnuda en la naturaleza nos remite a Eva y al pecado original, que fue cometido por probar los frutos prohibidos para la humanidad del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, que proporcionaba el conocimiento al hombre y le igualaba a Dios. Por tanto, el amor y el deseo hacia la mujer, disfraz asumido por el demonio, fuente de conocimiento libre, conlleva la destrucción del hombre como individualidad y restricción, elevándole a la totalidad cognitiva y a la libertad.
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Odilon Redon, Lámina VII para Las flores del mal, Sans cesse à mes côtés s'agite le démon |
La destrucción
El Demonio se agita sin cesar a mi lado;
flota en torno a mí como un aire impalpable;
lo respiro y siento que quema mis pulmones
y los llena de un ansia sempiterna y culpable.
Sabiendo lo mucho que amo el Arte, toma a veces
la forma de la mujer más seductora,
y con especiales e hipócritas pretextos,
acostumbra mis labios a filtros degradantes.
Lejos de la vista de Dios, así me lleva,
jadeante y deshecho de cansancio,
al centro de los llanos del Tedio, profundos y desiertos,
y arroja ante mis ojos llenos de confusión
vestiduras manchadas, heridas entreabiertas,
¡y el sangriento aparato que implica Destrucción!
(continuará...)